martes, 13 de septiembre de 2016

Para ti

A mi querida casualidad,

Curioso que te llame así... De pequeña me parecía tan bonito el concepto de que existe un destino, como en los cuentos, que no importase quien borrase el camino si marcado estaba el final feliz y que todas las pruebas eran meras distracciones a las que no había que prestar atención.

Luego, en esa época tonta de la adolescencia en que tenemos todos la tentación de creernos más listos de lo que jamás llegaremos a ser, quise cambiar de opinión: "mi vida la manejo yo, tengo la libertad para tomar mis caminos, soy mayor, soy guay, sé lo que hago"...  Y un comino, que iba a saber? Es la época de darse golpes contra la pared una y otra vez y de descubrir. No lo que quieres de la vida pero sí lo que no quieres... Y cuando más metemos la pata, echamos de menos que haya algo que nos ayude a encaminarnos.

En mi caso, llámalo "que se metieran conmigo desde primero hasta bachiller", "quedarme sola en España porque mis padres se mudan al otro lado del Atlántico", "situación familiar traumática", "sobrellevar un posible cáncer", "no querer ser una borracha facilona más por el mundo"... Llamálo "querer despertarme"  para darme cuenta de que existe el destino pero también la libertad. 

Y, al igual que nadie nos pidió permiso para ponernos en el mundo, simplemente un día nacimos sin poder opinar sobre ello, un día crecemos. Maduramos sin permiso, nos sacan de la niñez y nos tiran al mundo. Y ahí es cuando saber que existe el azar tanto como la causa-efecto nos salva la vida. Y es que hay cosas que se pueden controlar, otras no. Hay decisiones de cuyas consecuencias somos responsables y decisiones cuyas consecuencias se nos van de las manos. Hay problemas que nos buscamos por tontos o inconscientes y otros que, aunque intentemos evitarlos, vienen igual. Aprendemos que hay días o eventos que planeamos hasta lo más mínimo porque depositamos en ellos toda nuestra esperanza. Pero a largo plazo, se recuerdan aún más momentos maravillosos que ocurren sin querer. Todo lo que no se puede solucionar, se aprende a superar. 

Aprendemos también que eso de que los "golpes te hacen más fuerte" es una soberana estupidez: cada golpe te sorprende menos, pero en realidad (si sigues teniendo corazón) duelen lo mismo. Que hay personas que engañan (o nos autoengañamos por ellas) y que hay otras que jamás esperarías (a veces, ni quieres que estén ahí) pero que son las que te tienden una mano cuando no hay nadie más. Que es nuestra elección gastar el tiempo y esfuerzo con algo/alguien que no vale la pena pero luego no hay derecho a quejarse por lo que valía la pena y a lo que se renunció por falta de tiempo/fuerzas. Descubrimos que no podemos morirnos sin ver o hacer... Sabemos de pronto qué recuerdo queremos dejar cuando no estemos, qué ejemplo queremos dar a quienes deciden fijarse en nosotros, qué sentimientos nos vamos a guardar dentro y los llamaremos nuestra alma. Atesoramos nuestra mejor sonrisa porque le ponemos cara a la felicidad. Tragamos lágrimas y bilis porque  también el miedo y la desesperación  pueden tener nombre propio. Sacamos moralejas de las vivencias y coleccionamos recuerdos. 

Y todo esto tiene gran parte de nuestra creación pero también parte de ese misterio de lo que ocurre sin ser esperado...

Y tú, mi vasco más top, fuiste una casualidad... Pero si me hubieran preguntado si quería que ocurrieses, elegiría que sí en esta y en todas mis posibles vidas. 

Fuiste una casualidad porque apareciste un día en que el plan no estaba preparado. Ni siquiera me apetecía ese partido (y confieso que no me gustó)  pero aún así me recorrí 30 kms para ir a ver a mi amiga (Andrea) que, también sin mucha motivación, estaba viéndoos.  Me arrepiento de mil cosas desde ese día, pero de haber ido, no. Fue la primera semillita para llegar hasta hoy, hasta aquí, hasta esta carta.

Te preguntas porque te cuento todo esto? Pues porque creo que te han dicho demasiadas veces cosas que no te correspondía oír y demasiado poco las que sí te mereces. A pesar de que pareces siempre alguien despreocupado y positivo, me he dado cuenta que hay parte que es una máscara. Por mucho "jajaja" que escribas, hay comentarios en los que te subestimas y te los crees de verdad. Que aunque la luz en tus ojos no puede ser más auténtica, no siempre brilla con toda su intensidad.  Y eso no puede ser porque es eres un diamante entre cristales; tú no puedes (o quieres verlo) pero brillas mientras que la mayoría solo refleja...

Ojalá siempre tengas muchos sueños y que los separes en dos listas: los cumplidos y los que están a punto de cumplirse. Ojalá calles las bocas de todos los que se apresuraron en decir “no puedes”, “no lo conseguirás”, “no vas a llegar”; pero cállales por justicia, no por rencor. Ojalá tengas presente lo importante que es tener a alguien (familia y demás seres queridos) creyendo en ti a veces más que tú mismo, que no haya cuestionado nunca tu decisión aunque la tomaras desde pequeño y dispuestos a dejar a un lado las ambiciones propias para que tú persiguiera las tuyas en un mundillo tan difícil. 

Te debía unas palabras y espero que estas estén a tu altura. Te debía algo que pudieras tener y a las que recurrir si alguna vez dudas de tu valía. Nunca lo dudes, que nadie nunca te haga sentir menos, que ningún tropiezo te quite las ganas de volver a levantarte. Lo tienes todo para llegar a la meta que tú te pongas: tienes la humildad para reconocer un error, tienes la simpatía para siempre conseguir que alguien quiera siempre acompañarte, tienes la bondad y la dulzura para ir dejando tu huella en quienes valga la pena, tienes la perseverancia para escalar cuando se haga cuesta arriba y tienes la inteligencia para no dar pasos en falso. Y ¿sabes qué? A parte de tener mil virtudes, también es que te lo mereces y punto. 

Mil gracias por todo. Mil gracias siempre. Mil gracias por todo lo que me falta aún por agradecerte en el futuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario